jueves, 11 de noviembre de 2010

Un cuento Guerrillero y Un Poema (romeo molina)

Se Fue ( Romeo Molina)
  
Se fue,
me dejó  huerfano de ella
junto al rio de la cama que nos bañaba de cristales
 y junto al sol
 que jugaba en nuestras sombras.

 Me dejó solo
despues de haber andado picoteando mediodías 
despues de tocar a su alma
 y buscar un refugio en su sonrisa.
  
 No queda más que un te quiero confundido 
 y un segundo de amor en barbacoa.
  
 Un sueño sin aderezos 
 populando aguaceros,
 una renuncia a la sed de minutos amielados
y al tatuaje de sus labios sudorosos.
  
Me dejó abandonado
como el arco iris de la fruta de su boca
que no brillará mas
en el desayuno de mis ojos.


Como El Perro De Las Dos Tortas (Romeo Molina)

Era media noche cuando Alex y sus compas desembarcaron cerca de San Marcos Lempa, ahí tomaron otra lancha que los llevaría hasta el lago Suchitlán, había mucha soledad, no existían más testigos que los lagartos que coleaban sumergiéndose  en el agua, y la luna que se  peinaba  en  el  espejo de agua.

Venían de Nicaragua y  Cuba de recibir entrenamiento que  sirvieran para desgastar al ejército de Napoleón Duarte.
Sentían los golpes que la lancha le daba a los cuerpos flotantes en el lago, eso,  era por que los soldados y los escuadrones de la muerte, financiados por el gobierno norteamericano y algunos empresarios,  lo habían estado utilizando como un depósito de muertos.
Habían convertido  las  turbias aguas  en una tumba, llena de huesos y calaveras.  El problema social que se había desatado desangraba las venas del país y para  lagartos y cocodrilos   la carne humana representaba  un manjar exquisito.

La corriente del majestuoso Lempa  arrastraba el dolor de la patria y entre sueños  arenosos, los cerros lloraban por sus laderas.
Alex se mostraba nervioso, pensaba en  Jenny, su novia,  no la veía  desde  el verano pasado  cuando salió rumbo a la isla a recibir entrenamiento.

Pasada la media noche llegaron a las orillas de Suchitoto e intentaron abandonar el lago.
_¿Debemos tener cuidado, los perros han venido?_Les dijo un  lugareño que les esperaba. 
_No podríamos cruzar  por los caminos aledaños al Pueblo, han mandado un batallón a patrullar todos los caminos.
_¡Mierda! ¿Y que hacemos ahora?
_Debemos ocultarnos, por aquí,  entre los montes.

Se refugiaron en una  cueva  formada con el tiempo en una de las islas y esperaron. 
Por  la madrugada, a primeras horas del día,   burlaron  a los soldados y llegaron al campamento. 
Alex continuaba impaciente, quería regresar a las orillas del pueblo para visitar en su casa a la mujer que amaba.
 El  día se fue lentamente,  la noche llegaba resbalándose sobre  los montes y se tendió  desnuda sobre las trincheras del campamento.
_Mañana estos caminos me llevaran a ti _ Se dijo mirando al cielo  con sus gajos  de luceros y sus silencios cayendo como pájaros. Extrañaba sus besos, dulces, esos labios humedecidos y esa sonrisa que lo ponía mas pendejo que el ruido de los fusiles.

Le amaneció otra vez el sol  calentando las piedras de las quebradas y le gano la impaciencia.
_No aguanto más, iré por ti.
Se encaramó  la   mochila y el  fusil  para bajar el cerro y  encontrase con su amor. La encontró junto a la puerta y  de espaldas al sol, ella escuchó sus pasos y se volteo,  se besaron incansablemente ante la mirada  juiciosa  de Rosa  la hermana menor.
Rodaron por la sala sin dejar de comerse y cayeron enredados en un viejo sillón,  Rosa  movió  la cabeza incómoda  y  se levantó para irse al patio trasero.
_Estos comen pan, enfrente de los que tenemos hambre_ Se dijo.

Tenía quizás catorce años, a punto de cumplir los quince,  bonita e inocente, no quería una fiesta rosa,  quería una aventura en las montañas.
Pensaba en Alex su cuñado, ese guerrillero la traía loca, y es que para ella, el subversivo  hijo de puta, parecía  extranjero,  tenía los ojos verdes y el pelo amarillo caído  hasta el hombro.
_Parece gringo el hijuéputa.

 Alex era más indio que las mazorcas de maíz,  nacido en uno de los valles de Chalatenango, por  donde  según decía la gente, un día  pasaron los alemanes regando su esperma por todas partes.

Con Jenny se habían conocido cuando salieron del valle para ir a la universidad en la capital, compañeros en las manifestaciones estudiantiles, cómplices en los desórdenes  callejeros y los ataques a las patrullas policiales.

Esta vez ella también   estaba lista para  irse a las montañas con él, para luchar por  el sueño de tener una mejor patria. Si tenía que morir, sería por una bala de regimiento  gritando libertad con el fusil en la mano.
Ese rencor que sentía contra los uniformados había comenzado tiempo atrás cuando aún era chica. Como olvidarlo...
Los   militares llegaron  un domingo a media noche  a su casa y sacaron  a Ramón,  su tata, acusándolo de ser  oreja de la guerrilla.
 Ella y Rosa lo encontraron  al día siguiente, torturado, degollado y balaceado a la orilla del camino. Desde entonces, solo vivía  para ver caer los puestos militares del pueblo.
Nunca se olvidó de su padre,  siempre mantuvo el retrato de Ramón Guerrero  colgado entre las temblorosas paredes de tierra que sostenían la estancia.
Y extrañó  su figura paterna en esos días de incertidumbre, a veces, escuchaba  sus palabras a través de la mirada en la fotografía  y lo vestía de héroe desde  su alma.

La noche era más  bella que las anteriores, encontró el cielo en el pecho de Alex y respiro el aroma de su pelo enredado en su alegría.

La noche los cubrió para que se amaran,  muy temprano se levantó ella  y miró aquel regalo que no había tenido tiempo de abrir, lo puso sobre la cama y lentamente empezó a quitarle el envoltorio.
_Es un fusil que me regaló Fidel _ Dijo Alex desde la cama.
Ella sonrió, acaricio el arma con la mano como a  una bestia,  tomó la mochila con sus cosas y colgándoselo en el hombro le dijo…
_Vamos mi amor, estoy impaciente por  irme a los montes.

Rosa  se levantó  al escuchar a su hermana  y aun sin vestirse abrió los armarios para llevarse lo  necesario, Alex  la miro desde la puerta.
_¡Demonios!
 Sonrió ella,  semidesnuda, sin sostén,  una diminuta tanga  le hacía resaltar sus encantos, un trasero hermoso, levantado redondito y suave, puro aun.

Dejaron atrás la casita que antes estuvo poblada de sentimientos y los tres cruzaron las veredas al campamento. Le  encendieron  sonrisas al sol del mediodía y  rodeando la cintura de sus sueños se internaron en las faldas del cerro.

Jenny   convertida desde siempre en guerrillera miró a su hermana que caminaba a pocos metros,  le hubiese gustado ofrecerle  una vida mejor, pero había demasiado dolor y resentimiento contra el gobierno que le era difícil buscar otras alternativas.
Llegaron al campamento en tres horas, los ojos de  la guerra estaban puestos en ellos, mientras el cielo apuntaba sus lámparas hacia  el pueblo.
Por  días estuvieron en la trinchera juntos, hasta que Jenny fue llamada por el comandante Villanueva.
_Te integraras al grupo de reconocimiento y saldrás esta mañana hacia Suchitoto.

Un grupo de rastreadores estaba listo y bajaron los montes para espiar de cerca de los pelotones militares.

Muchas misiones de reconocimiento la alejaron por días del hombre que amaba, sin embargo estaba tranquila,  sabía  que su hermana estaba al  cuidado de él.
_Cuídala, es lo único que me queda_ Le había dicho  antes de abandonar el campamento
Rosa quería más que cuidado, ella quería que la apapacharan, quería descubrir con él, las mieles  del amor, quería a un hombre entre sus brazos.

_¿Como es mi hermana en la intimidad?
_Eso no te lo voy a decir.
_¿Tiene pelitos  ahí?
_No contestaré eso.
Se le acercaba  mas y le susurraba al oído  tocándole con la punta de la lengua…
_Nunca he visto a un hombre desnudo  ¿Quieres enseñarme tu pene?
_¡Estás loca!
_¿Porque? ¿Acaso tienes miedo?
_¿Miedo de que?
_De enseñarme tus cositas, seguro ha de ser bien pequeña.
_Por favor deja de preguntar pendejadas.
_¿ la tienes chiquita?
_¡Cállate niña?
_Enséñame, si me enseñas te enseño la mía.

Entre juegos y bromas, ella se subía la falda y le dejaba ver su sexo,   Alex fue sucumbiendo ante la muchachita y mientras Jenny hacía sus primeros disparos a la orilla de la carretera contra los camiones militares, su hermanita  gritó en  los brazos de su novio con los calzones abajo, con la virginidad  sangrando entre las piernas del hombre.

Lejos de imaginar algo así, Jenny saltaba los cercos de los cuerpos de seguridad con  el fusil que le habían traído desde Cuba, gritaba  por  haberlo estrenado en  el pecho de un oficial del ejército.

Una tarde cuando   regresaba de una misión, el comandante  la llamó.
_Tu hermana ha estado muy enferma, tiene fiebre, vómito y dolores de cabeza.
_Debe ser algo que ha comido, no está acostumbrada a esto.
_¡Es posible,  sin embargo, busca al Dr. Del campamento y que la revise.

Esperó todo el día hasta  que el médico regresó  al campamento   y  revisó a Rosa.

_Tu hermana está preñada_ Le dijo de golpe.
_¿Qué? Eso no puede ser, ella no ha estado con nadie.
_Pues…Parece que sí.
_¡Mierda! Si ese hijueputa está  aquí lo mataré…
Jenny tomó por el pelo a su hermana, delante del médico quien se hizo a un lado y decidió no intervenir,   la arrastró hasta una trinchera y  comenzó a interrogarla.
_¿De quién  putas estas embarazada cabrona? Si no me dices la verdad te mato a vergazos.
_Fue Alex,  él me hizo su mujer.
_No, No digas eso, no..
_Asi fue , te juro que yo no quería hermanita…

Entre sollozos su hermana  le confesó  lo que había pasado y le provocó un terrible dolor  y se encabronó como una bestia, le puso un cartucho nuevo a su fusil y  como endemoniada disparó a la trinchera donde estaba el culpable.

Alex rodó ladera abajo entre una lluvia de balas que  le perforó una  oreja,  ella lo siguió  por el monte  hasta que lo perdió entre las hondonadas del cerro.
Al llegar a la carretera, él miró hacia la montaña y hacia el pueblo, suspiró despojándose del fusil y la mochila,  dejó todo  entre  matorrales y se fue.

Al anochecer abandono el  pueblo  y días más tarde cruzó la frontera hacia  territorio hondureño, allá se quedó lleno de remordimientos y de culpas, Como El perro De las Dos Tortas.
Abandonó la guerra dejando la mitad  de su corazón junto a la mujer que mas amaba en la vida,  entre lágrimas y abrazado a una botella se ha muerto  por  dentro, queriendo regresar a esos montes y  subir  para  buscar entre  las faldas del cerro, a su  gran amor.

Jenny y Rosa continuaron en la guerra, Jenny le hizo un juicio al que fue su hombre en las antesalas de su corazón, y ahí lo encontró culpable de todos los cargos, lo condenó a muerte, lo fusiló con desamor y lo enterró con olvido.
Le levantó una tumba a las orillas de su alma  y permitió que lo visitaran desde entonces, cuervos negros y un destierro  eterno.


 historia tomada de el libro  El Amor Y un Fusil  de Romeo Molina 
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1 comentario:

  1. Me fascinó este espacio, precioso trabajo; soy fanático de la literatura en todas sus expresiones. Me dedico en mis tiempos libres y cuando siento la necesidad a escribir, poesía, narraciones pequeñas y componer canciones para mí. Descubrí estos espacios por la red y afortunadamente hallé su sitio, en estos momentos estoy en la creación de un segundo blog, en el cual tomaré como referencia los momentos oscuros que vivió nuestra gente. La cual torno nuestra verde y multicolor Guatemala en rojo. Espero pueda pasar en algún momento por mis espacios y me brinde su opinión.
    Desde ahora me declaro su admirador y humilde servidor.

    Guillermo López.


    Desde Santa Cruz del Quiché, La Ciudad de los Eternos Celajes un cordial y fraternal saludo.

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