viernes, 12 de marzo de 2010

Venciendo Lo Malo (Historia Cristiana)

Venciendo Lo Malo ( Romeo Molina)


“No paguéis a nadie mal por mal, procurad lo bueno delante de todos los hombres. Romanos 12:17”

Cuando aun no cumplía los 8 años, mi padre nos abandonó y se marchó lejos de casa para vivir con otra mujer en la ciudad.
Quedamos completamente desamparados, sin casa y sumergidos en la miseria, con trozos de madera hicimos una choza la cual tapamos con cartones y latas viejas para cubrirnos de las inclemencias del tiempo que  sin misericrodia invadía el corazón de la estancia.
Mi padre sin embargo, vivía en una de las mejores casas de la zona, era un acaudalado cafetalero y dueño de muchas tierras y animales.
Todos los domingos mi madre me enviaba hasta su casa para rogarle que me diera un poco de ayuda para poder comer.
Me daba tan poco que durante la semana comiamos tres días y  cuatro aguantabamos hambre.
Un domingo llegué mas temprano que nunca a su residencia, lo encontré reunido con sus amigos y uno de ellos al mirarme le dijo:
_Míra, allí esta tu hijo.
Y él pensando que yo no le escuchaba contestó:
_Ese mugroso me lo han arrimado a mí, pero no estoy seguro que sea mi hijo, su madre es una ramera, una cualquiera.
Mis ojos se nublaron de llanto, deseaba irme lejos a donde nadie me viera llorar, Pero era tanta la necesidad que me llevaba hasta su casa, que me atornillé el orgullo y mis lágrimas para esperar a que me diera la limosna que con tanto pesar me daba.
A veces, para evitar las humillaciones me internaba en los montes buscando hojas silvestres para comer y evitar así, las verguenzas y el dolor que me hacía pasar frente a su familia y amigos.

Hubo un tiempo en que la miseria azotó con más fuerza nuestra casa y pasamos muchos días sin poder comer algo sustantivo.
Llgué a casa de mi padre y lo encontré junto a la mesa disfrutando un banquete con toda su gente, me senté a unos metros de la mesa con un nudo en mi estomago y como un perro hambriento lo miraba esperando que me diera las sobras. Me miró con desprecio y no me ofreció nada.
Cuando hubo terminado recogieron las sobras en un recipiente para darselas al perro de la casa.
_Papá…tengo hambre ¿Puede darme algo de comer? lo que a usted le ha sobrado, lo que ya no quiera –supliqué.
Tomó el recipiente del perro con las sobras y me las dio, me dolió tanto aquella acción que mientras extendía mis desnutridas y morenas manos para tomarlo, las lágrimas se derramaron por mis mejillas y con el llanto en los ojos me lo comí y tanta era mi necesidad que esa fue la comida mas deliciosa que he comido en aquellos días.
Nunca me dio un regalo, jamas tuve un juguete y se avergonzó de mi todo el tiempo, quizas para eludir la responsabilidad o  avergonzado por los harapos con los que yo vestía todo el tiempo.
Una madrugada en medio de nuestra pobreza, uno de mis hermanos menores enfermó de gravedad y llegué a él para pedirle ayuda.
_Si quieres salvar a tu hermano vé y vende periódicos por las calles del pueblo, asi sabrás lo que cuesta el dinero _Fue su respuesta.
Regresé a casa muy triste por la actitud de papá y con la esperanza de  encontrar a mi hermanito aliviado, pero al llegar  solo había tristeza y llanto.
_Tu hermano acaba de morir _Me dijo Mamá.
Aun estaba su cuerpecito caliente y yo, que nunca había escuchado de Dios, salí de la casa y me arrodille sobre las piedras clamando por Alexander, pero él ya nunca despertó y por más que le hablé… No me contestó.
_Ya no llore hijo, que su hermanito esta allá arriba con Jesús –Me dijo mamá secandome las lágrimas.
Al día siguiente lo sepultamos en el cementerio del pueblo y mi padre no se apareció.
Meses despues Mi otro hermano Javier enfermó de lo mismo, tampoco quiso ayudarnos y tambien murio  en la miseria.
Un espíritu de odio se apoderó de mi desde ese instante y a pesar que era un niño, prometí ante la tumba de mi segundo  hermano que crecería para matar a mi padre, que le haría pagar todo lo que nos había hecho y me convertí en un hombre violento  lleno de rencores y resentimientos.
Tanto odio guardaba que nunca encontraba tranquilidad en mi vida, tuve que aprender a defenderme solo y a tomar decisiones a mi corta edad. Eso me hizo más fuerte y me prometí que un día llegaría más lejos que él y que nunca, nunca, sería igual.
Salí de la miseria y tuve un trabajo muy digno en una gran empresa, tuve muchas comodidades y me converti en padre de Arely, una linda bebé a la que he amado desde que nacio con todas mis fuerzas.
Todos los errores y maltratos de mi padre me sirvieron para hacer las cosas bien, sin embargo, pasaba el tiempo y aun recordaba el daño que me hizo y eso me reprimía el alma.

Un día, en la mitad de mi adolescencia conocí a Jesús, le entregué mi corazón para que lo limpiara de todos esos rencores y venganzas, y asi lo hizo. Yo estaba preso en todo lo malo que guardaba dentro de mi, hasta que Dios me liberó y me quitó todas esas cargas que me hacían mas daño a mi que a los demas.

_No os venguéis vosotros mismos amados míos, si no dejad lugar a la ira de Dios, porque escrito está:
Mía es la venganza y yo pagaré dice el señor. Asi que, si tu enemigo tuviere hambre dale de comer, si tuviere sed dale de beber, pues haciendo esto, ascuas de fuego amontonas sobre su cabeza. No seas vencido de lo malo, si no vence con el bien el mal. Romanos 12:19-21.

Mi padre murió cuando yo aun era muy joven y sentí mucha tristeza porque en mi corazón ya no había ningun resentimiento contra él.  Estoy seguro que si él estuviese vivo, haría cualquier cosa para ayudarle y hacerle pasar los ultimos mejores días de su vida.
Yo entendí a través de Jesús, que cuando se guardan rencores y resentimientos, nos enfermamos el corazón.

Rick Warren dice en su libro “Una Vida con Propósito”:
No debemos ser prisioneros del pasado.
Cuando las personas se aferran al resentimiento las herídas nunca sanan, por que ese dolor lo repiten una y otra vez en sus mentes. El resentimiento siempre nos hace mas daño a nosotros que a la persona con la que estamos resentidos.
Cuando amamos a Dios entendemos estas situaciones.
Tenemos por ejemplo:
A José, hijo de jacob y Raquel, quien fue vendido como esclavo por sus propios hermanos, pero él nunca apartó sus ojos de Dios y de esclavo llegó a mayordomo y prosperó de gran manera.
Y cuando azotó la miseria y no había comida en aquel lugar donde quedaron sus padres, sus hermanos llegaron hasta donde él ignorando su existencia y le pidieron de comer y José les ayudó en todo lo que necesitaban y al ver que sus hermanos habían cambiado y estaban arrepentidos él les dijo:
Yo soy José vuestro hermano y se abrazó a ellos y lloraron juntos.
_Vosotros pensastéis que hicieron mal contra mí, pero Dios lo encaminó para bien, para hacer lo que vemos hoy. Génesis 50:20
Tony Evans en su libro Dios Hará Algo Grande dice:
José entendía que ese era un plan organizado por Dios y que por eso lo había enviado hasta allí, para ayudar a los suyos y a su pueblo.

Todos hemos sufrido en algun momento alguna clase de maltrato por nuestros padres como la historia que les he narrado, por hermanos, parientes o por personas que considerabamos amigos.
Esto no significa que es nuestro fin, estas malas acciones pueden servirnos para ser mejores personas.

Limpiemos nuestros corazones con el amor de nuestro señor Jesucristo.























































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